Todos tenemos atado en el dedo pequeño un hilo de color rojo que es nuestro destino junto con el de la persona que tiene el otro extremo del hilo, como este hilo no se puede ver, no sabemos dónde está la otra parte de nuestro ser,
En un reino de Japón, un emperador no quería casarse porque aún no había encontrado la otra parte de su hilo rojo del destino, pero pasaban los años y necesitaba amor en su corazón, por eso llamó a una bruja para que le muestre quien estaba del otro lado del hilo.
Entró el emperador en una visión donde se vio en un pasaje muy humilde con lonas tiradas en el piso y estantes en donde se vendían verduras, se trataba de una feria con gente sin dinero que se ganaba la vida cada día. Allí se dirigió en busca de la otra parte del hilo y lo condujo a una mujer ya adulta que estaba alimentando a un bebé en sus brazos, no era bella la mujer ni tenía dinero tampoco, estaba enojado el emperador porque pensaba que se merecía algo mejor que lo que estaba viendo. En un ataque de furia, el emperador le pegó a la mujer y dejó caer a su bebé al piso, luego por eso le quedó al pequeño una cicatriz con forma de luna en la frente.
Los años pasaron, el emperador nunca más pensó que encontraría el amor y envejeció mucho como para hacerlo, pero se organizó un banquete un día en donde asistieron algunas personas, entre ellas asistió la mujer más hermosa que había visto jamás. Se enamoró de inmediato de ella y viceversa, la joven tenía una cicatriz con forma de luna en la frente y ambos se casaron muy felices para toda la eternidad. El emperador se disculpó luego con su madre por haberle pegado confundido en su visión.