Cuenta la leyenda que había una vez dos niños inquietos y traviesos que decidieron ir al panteón
para jugar a asustarse, querían encontrar algo que les inspirase una buena historia de terror, en el trayecto encontraron unas herramientas y se dispusieron utilizarlas para excavar en una tumba, con el simple propósito de saciar su curiosidad. Era muy entrada la noche y los vecinos escucharon unos horrendos ruidos provenientes del cementerio, asustados pero decididos se reunieron para acabar con aquel mal, cada uno portaba un machete, un cuchillo, o una escopeta y se fueron en silencio hasta el interior del panteón, en completa oscuridad para que los fantasmas no los vieran. En cuanto estuvieron lo suficientemente cerca de los espectros se les abalanzaron encima, luego de algunas puña. y dos disparos de escopeta terminaron con la maldición. Al otro día cuando salió el sol se percataron de que eran dos niños. Las autoridades no hicieron nada al respecto pues parecía que se trataban de saqueadores de tumbas. Pero desde ese día se puede ver por las noches los fantasmas de los niños, saltando, corriendo y jugueteando, robándose los cadáveres, siempre dejan una nota que dice ¿Dónde están nuestros cuerpos?